La violencia es una conducta humana que existe desde el Paleolítico, de hecho a finales de esta era aparecieron los sacrificios humanos; lo que constituye una prueba fehaciente de la aparición de la violencia colectiva.
En nuestra era la violencia parece ser una respuesta “normal” a los desacuerdos y conflictos entre algunas personas. La violencia se da tanto en hombres como en mujeres, no obstante es más frecuente entre la población masculina producto de una culturización del machismo en la que, desde muy pequeños, los hombres se ven forzados a actuar como “machos”; lo que implica no demostrar emociones, no llorar, ser fuertes y poderosos, tener dominancia sobre sus pares y sobre las mujeres; a las que se considera seres inferiores y débiles que hay que “domesticar”, pero a la vez “cuidar” como un bien delicado y frágil.
En la cultura machista la mujer tiene un rol muy específico; el de cuidar y nutrir tanto a su pareja como a su familia. Es la encargada de cuidar de su marido, de atenderlo, de mimarlo y de obedecerlo y confiar en que él tomará las mejores decisiones para toda la familia. Es la que lleva las riendas del hogar y se responsabiliza del cuidado y crianza de los hijos. La que se queda en casa velando por el buen estado de esta mientras el hombre trabaja y provee el sustento para el hogar.
¿Suena desfasado y anticuado? Sí… ¡Y mucho!
Sin embargo, bajo estos principios se educan y crecen muchos hombres y mujeres aún en pleno siglo XXI a pesar de los muchos avances tecnológicos y científicos. Parece que los avances sociales y morales se van quedando atrás y que no progresan con la misma facilidad y rapidez.
Este tipo de educación arcaica es la que promueve la violencia de género. Establece la supremacía y dominancia del hombre sobre la mujer. Sin saberlo, estos mensajes de superioridad masculina sobre la inferioridad femenina de este tipo de educación y cultura, se han integrado en nuestra conciencia de forma tan profunda que no nos damos cuenta, por lo que tendemos a repetirlos con nuestros hijos. ¿Quieres saber cómo hacemos esto sin darnos cuenta?
Te lo cuento…
Cuando al saber que viene una vida en camino pintamos la habitación de azul o rosa y, bajo esta misma premisa, compramos la ropa del o de la nueva integrante de la familia.
Cuando regalamos a los niños coches, aviones y barcos; mientras que a las niñas regalamos bebés, cocinas, hornos y muñecas.
Cuando le decimos a los niños que los varones no lloran.
Cuando le decimos a los niños que no pueden jugar con muñecas.
Cuando le decimos a las niñas que no pueden revolcarse en el suelo porque no son juegos de niñas.
Cuando le decimos a las niñas: “Siéntate bien que las niñas bonitas no muestran las bragas”.
Cuando repetimos: “Calladita está más bonita”
Esta lista pica y se extiende…
Educar a los niños y niñas en roles de género rígidos perjudica la relación entre ellos. Además, impide la aceptación de que los comportamientos no tienen género, así como las profesiones, los deseos, los sentimientos, las metas, los colores, los deportes ni los roles de uno y otro dentro del ámbito familiar, profesional o social.
Educar a las niñas y niños en igualdad, en verdadera igualdad, implica abandonar valores de género rígidos y arcaicos; así como enviar el mensaje de que ninguno está por encima del otro y que ninguno goza de privilegios y derechos a los que el otro no tiene acceso por su género.
La educación machista puede generar en los niños una sensación de superioridad que puede llevarles a menospreciar a las niñas y, más adelante, a las mujeres. En consecuencia, pueden llegar a sentir que sus comportamientos violentos están justificados y que son necesarios para mantener a la mujer “en cintura”.
Algunos hombres violentos contra las mujeres (pareja, familiares, amigas, etc.) a menudo han crecido en hogares donde el padre ha sido maltratador hacia la madre y las hijas o hijos. Pero crecer en un ambiente violento no necesariamente indica que se convertirá en un hombre violento, ya que se entiende que tienen la capacidad de discernir entre lo correcto e incorrecto y pueden aprender a reaccionar a situaciones conflictivas de maneras más adaptativas.
¿Los hombres violentos contra la mujer padecen una enfermedad mental?
En un artículo publicado en la revista Terapia Psicológica, de la Sociedad Chilena de Psicología Clínica en abril de 2016, los autores describen las tipologías de hombres maltratadores más relevantes (https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-48082016000100004).
Para ello hicieron una revisión de las investigaciones que se habían llevado a cabo hasta el momento sobre este tópico y descubrieron que los trastornos mentales en sentido estricto son relativamente poco frecuentes en los maltratadores (cerca del 20% del total). Lo que quiere decir que, aunque hay hombres maltratadores que tienen una enfermedad mental, ni todos los maltratadores están enfermos ni todos los hombres con una enfermedad mental son violentos, y que en todo caso esta correlación es rara.
En todo caso, los trastornos mentales más frecuentes en los casos de violencia contra la mujer son los trastornos psicóticos relacionados con las ideas delirantes de celos o persecución; y el abuso de alcohol y drogas en personas descontroladas e impulsivas (Shorey, Fabres, Brasfield, y Stuart, 2012 citados por E. Echeburúa y P. Javier Amor, 2016).
Además, encontraron que hay trastornos de personalidad que están relacionados con los comportamientos violentos: El trastorno Narcisista, el trastorno Límite, el trastorno Antisocial y el trastorno Paranoide de la personalidad.
En concreto, estos autores resumieron cuatro dimensiones de personalidad generalmente implicadas en las conductas violentas:
La impulsividad
La falta de regulación emocional
El narcisismo y las amenazas al yo
El estilo de personalidad paranoide
Las dos últimas están específicamente relacionadas con la violencia y los trastornos mentales (Echauri, Fernández-Montalvo, Martínez, y Azcárate, 2011 citados por E. Echeburúa y P. Javier Amor, 2016).
Por otra parte, identificaron alteraciones psicológicas en los hombres violentos que están presentes en todos los casos. Y son:
Falta de control sobre la ira
Dificultades en la expresión de emociones
Distorsiones cognitivas
Déficit de habilidades de comunicación y de solución de problemas
Baja autoestima
Para concluir, podemos decir que los hombres violentos contra la mujer no son, por lo general, enfermos mentales; pero presentan carencias psicológicas importantes. La violencia contra la pareja por parte de los hombres suele tener carácter crónico. Se trata de una conducta aprendida por parte del maltratador, que está consolidada en su repertorio conductual por los beneficios que obtiene de la misma: Sumisión de la mujer, sensación de poder, etc.; por lo que es de suma importancia que el maltratador reciba tratamiento psicológico.
Además, es vital que cambiemos los paradigmas culturales en cuanto a género y que eduquemos a las niñas y niños en igualdad.
Psic. María José Castreje
11/04/2022
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